
Esto funciona así. Un día te despiertas y tienes agorafobia. Pero no, finalmente descubres que en tu vida han pasado una serie de personas, experiencias, historias, percepciones… que te han traído justo a este momento. Y descubres, de la peor manera posible, créeme, que tienes agorafobia.
Reconocerlo es el primer paso, te dicen, primer paso de un camino que no tienes ni idea de a dónde ni cuanto tiempo te llevará. Pero tienes que darlo, aunque lo que realmente te apetece es hacerte una bola en el lugar más seguro de tu casa con la falsa esperanza de que el tiempo se llevará el mal que te ha tocado. Porque sí, sientes que se han repartido los tipos de vida y a ti te ha tocado la peor.
Se supone que tienes que caminar hacia lo que te da miedo, pero señores, te da miedo literalmente todo, incluso tú misma. Tu cuerpo, tu vida, tu casa o tus seres queridos se convierten en extraños que analizas constantemente para ver por dónde te va a venir el próximo ataque de ansiedad. Y menudo precio pagas por toda esa alerta. Hay momentos en que desearías morir para dejar de sufrir. Es entonces cuando lo único que te queda es llorar, aprendiendo que existen infinidad de lágrimas: de pena, de rabia, de odio, de frustración y las que considero peores, las de desesperación. Lágrimas que caen por las mejillas y no entiendes de dónde salen porque ya no te quedan más.
Se acabó la función de llorar porque la actriz se quedó sin más que ofrecer. Buscas soluciones, considerando que si te quedas quieta, no puede pasar nada malo. Y una parte es cierta, no pasa nada. La vida de los demás pasa pero la tuya se ha quedado en algo que llamas vida por decirlo de alguna manera. Tienen hijos, trabajo, casa… y tú tienes… tienes un problema que te desborda. Bueno, al menos es fiel y no te abandona. Así que tienes una vida que no vives, sino sobrevives.
Porque cada día que te levantas de la cama… sabes que te vas a enfrentar a monstruos para los que no estás preparada. Y si llegas a casa habiendo conseguido llevarlos… al menos has sobrevivido un día más.
Comentarios:
Has descrito un periodo de mi vida como si la conocieses. Lo cierto es que la agorafobia se vive tal que así. Y te consume la seguridad, la confianza y la autoestima. Arrasa con todo. También se puede hacer más pequeña y disfrutar de áreas de libertad. Respirar. No sin pasar muchísimo miedo. Sin que te duelan todos los músculos del cuerpo. Con llagas en la boca y mil alteraciones digestivas. Lleva su tiempo. Mucho esfuerzo. Un allá voy sin estar preparada porque, ahora mismo, sé que nunca lo estaré. Con un confío en la vida o en un que sea lo que Dios quiera. Se puede. Cuesta. Pero se puede. Al menos, ganarle ciertos terrenos. Entonces empiezas a vivir más y sobrevivir también. Siento que nunca me desharé de ella pero ya que la acompaño todo el día, de vez en cuando, no le doy más opción, que venirse conmigo a ser libre y vivir algunos momentos. Ánimo compañera. Hay camino aunque esté lleno de piedras. Vaya mierda de cartas, pero no por eso vamos a perder la partida. Un abrazo enorme.
Que bien lo has descrito!
Es jodido, pero es así. A unos les tocan vidas idílicas, a otros vidas promedio y a otros vidas insufribles. No tienes ninguna culpa, es una cuestión azarosa de factores. Y por último llegarán los charlatanes de turno, haciendo negocio del sufrimiento ajeno, vendiéndote libros, cursos o conferencias con el «tú tienes la llave de tu felicidad» y demás porquerías pseudocientíficas.
Es un tema que me parece súper interesante. Yo sí creo que tengo la llave de mi felicidad (cuando no estoy en modo on miedo).
A ver, creo que es muy complejo. Si tú dices que tienes la llave de tu felicidad te creo, quién soy yo para decir lo contrario sobre tu existencia personal, faltaría más. Lo que veo peligroso es cuando hay gente que dan consejos y opinan sobre problemas psicológicos, metiendo a todo el mundo en el mismo «saco» e ignorando el contexto y la biografía de cada individuo.
Sobrevives…correcto
Fuente original solo para socios.
Puedes añadir tu opinión más abajo en la sección de comentarios.