
El 14 de marzo se cumplen dos años de un día imborrable. España se sumergió en un estado de alarma y un confinamiento que impidió salir de casa durante casi tres meses, una situación que dejó huellas emocionales de las que muchos aún se siguen recuperando, incluido un miedo desproporcionado a salir de casa.
LA PANDEMIA, UN MAZAZO AÑADIDO PARA LOS AGORAFÓBICOS
Esas sensaciones las conocen bien los pacientes de agorafobia. Para Ángela la pandemia ha sido un mazazo añadido. Esta joven sevillana tuvo su primer episodio de agorafobia hace 7 años, cuando tenía 17. Empezó con mareos, nerviosismo, y una sensación constante de sentirse juzgada que le impidió seguir con rutinas como la de ir al instituto.
“La cosa llegó a un punto en el que me costaba muchísimo salir de mi casa. No podía ir sola ni a comprar el pan. Me daba pánico vomitar, desmayarme, y que todo el mundo me mirara. Es un miedo irracional”, explica a EFE esta joven.
Con ayuda médica logró normalizar su situación y gestionar poco a poco sus miedos, hasta que el confinamiento la volvió a zarandear: de repente -recuerda- vivía en el “paraíso”. Ya no tenía que hacer ningún esfuerzo para salir de casa porque estaba prohibido para todo el mundo.
Pero cuando aquello terminó y todos los demás salieron a la calle sin problemas, Ángela volvió a tener la sensación de que irremediablemente algo malo le iba a pasar cuando salía de casa, de modo que sólo podía hacerlo acompañada. “Y no de cualquiera”, precisa, porque únicamente se atrevía a salir de la mano de su madre o de personas muy, muy cercanas.
Ahora está bien, pero explica que en el momento en el que tiene un poco de ansiedad todo le supone un gran esfuerzo. “Me cuesta ir al supermercado, meterme en un centro comercial o ir a una fiesta con muchísima gente. Lo hago porque quiero tener una vida normal”, explica.
Inmaculada Villena, psicóloga y codirectora de ‘Espacio Psicólogos’, asegura que prácticamente todas las personas se han visto dañadas de una manera u otra por el confinamiento, pero que esos tres meses afectaron de manera muy especial a quienes ya padecían antes problemas de salud mental.
“En el primer momento no sabíamos lo que estaba pasando, estábamos todos encerrados y bastante asustados. Ese susto se agranda para quien ya antes tenía una patología previa como miedos, hipocondrías o trastornos obsesivos. El confinamiento los multiplicó por cien. ¿Cómo se desmonta en medio de la pandemia el pensamiento obsesivo de alguien que ya previamente no podía dejar de lavarse las manos?”, contextualiza esta psicóloga.
EL CONFINAMIENTO REAFIRMA LA IDEA DE QUE EL PELIGRO ESTÁ FUERA DE CASA
Esa misma sensación de “autoafirmación” tuvo Susana, una enfermera portuguesa de 35 años que lleva lidiando con trastornos de ansiedad y agorafobia casi una década. Los tres meses de confinamiento y en general la pandemia le causaron además depresión y estrés postraumático.
“En ese momento era objetivo que era peligroso salir, porque había una pandemia y un virus que no sabíamos cómo se contagiaba, pero yo lo viví como un éxito, como si mi cabeza hubiese ido por delante de todos y el tiempo me estuviese dando la razón porque el propio Gobierno estaba pidiendo a la gente que no saliese de casa”, explica Susana.
Paradójicamente, cuando todos estábamos encerrados, ella tenía más fuerza para salir. “Sentía alivio. No había gente en la calle, no había tráfico, no había ruido, no había nada”, resume.
El problema vino cuando terminó el estado de alarma y ya se podía salir a pasear. “Se habían reforzado mis ideas de que había peligro en la calle, me costaba andar con la mascarilla y me faltaba el aire por la ansiedad. Recuperarme del confinamiento me ha costado muchísimo. Fue como volver a empezar otra vez”, resume.
Susana es enfermera de profesión. Intentó buscar trabajo y tuvo que lidiar con ataques de pánico y con la culpa porque solo pudo cumplir con él durante 15 días, y a costa de medicarse muchísimo. “Me decía a mí misma: soy una fracasada, no puedo aguantar un trabajo, no sirvo para nada, no tengo remedio y voy a estar así toda mi vida”, recuerda Susana, que ahora ya se encuentra un poco mejor.
LA SALUD MENTAL EN PRIMER PLANO
Aunque a raíz de la pandemia se habla más de estas cuestiones, Susana y Ángela se quejan de haber sido estigmatizadas por padecer problemas de salud mental. “Hay gente que se cree a salvo de tener un trastorno de ansiedad, que cree que nunca en su vida le va a pasar”, lamenta Ángela, que lamenta haber recibido malas respuestas y malas caras por contar lo que le pasaba.
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